EN EL BAR

3 AM, todo se empieza a acabar, la gente y la ciudad se guarda como un crustáceo en su concha. He tenido pereza desde los 16 años. Es crónico, jamás me la quitaré de encima. Me levanto de la barra. Esta noche ha sido baja. Una pequeña me repetía que bailaría conmigo toda la noche aunque yo permanezca sentado. No lo cumplió. Una rubia se acercó a pedirme "sueltos" para una cerveza. Entre dientes le digo "yo no los traigo sueltos", para luego decirle que en nombre de la cortesía primero me dijera su nombre y me diera su número de teléfono. No conseguí el número, pero ella tampoco consiguió su cerveza. Se alejó a besarse con un pelón. Al rato el guardia les pedía que abandonen el local. Hacia el final, logro sacarle a una incauta un "que lindo eres", cambian la música y me dice que me invitaría a bailar si no tuviera un yeso en la pierna. Le digo que no se preocupe, me da un beso en la mejilla y se aleja. Poco tiempo después me orbita meneándose deliciosamente. Me aburro. Recojo mis muletas y me voy cuando está de espaldas, seguro de conseguir un efecto de desaparición perfecto. Al fondo del bar encuentro a un camarada borracho, me siento a su lado fingiendo que también lo estoy. Al salir, alguien nos llama. Quiere tomarnos una foto. Nos sentamos y esperamos que prepare la placa. Nos pide ver a la lente. Yo le digo a mi querido camarada: una vez más, seremos inmortales. El flash nos inunda y la noche se acaba.

3 comentarios:

radicaLibre dijo...

Tan tán!! Buena vida nocturna, buen post.

G. dijo...

Esa foto nunca existió, camarada borracho.

Asumo que el "que lindo eres" tampoco.

Ah... mándamela cuando la tengas.

La chica, digo, la foto vale es nada.

El diario de Eni K. dijo...

Asumes mal camareta, te mando la foto. Las chicas... son todas mías. jajajaaa