UNA SPRITE, HELADA.

Esa era la clásica. En un bar, en cualquier restaurante o sitio de comida rápida. A propósito, ¿alguien ha notado la capa de grasa que protege las veredas que están frente a un local de hot dogs callejeros? En fin, una sprite, helada. Esa era la orden clásica. Pero es viernes, y desde hace mucho no he estado tan solo. Mi condición me permite tener a alguien a mi lado todo el tiempo para que me pase cosas, me ayude a llevar paquetes o que simplemente me sirva de apoyo cuando debo permanecer inmóvil y de pie, sin que a nadie le parezca exagerado. Algún día hablaré de los poderes que te da un par de muletas y ni hablar de una silla de ruedas. Pero este viernes estaba solo. El aeropuerto me pertenece, pensé al bajar del auto. Un bonus más de las muletas: como mi asiento estaba muy atrás en la nave, me pusieron en primera fila. La sobrecargo salió con su carrito de bebidas y se detuvo a mi lado. Sonreí un poco, pensando en todas las veces que a mi lado una voz femenina explicaba por mí: "no puede tomar alcohol", y pedí una copa de vino tinto. La gloria tiene muchas formas.

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