FANTASÍAS DESANIMADAS DE AYER Y HOY

La señora se llama M. me invitó a hablar en una radio sobre algo que no le compete a este espacio. Nos encontramos a la salida del hotel y me llevó con ella. Manejaba nerviosamente por toda la ciudad y un par de veces alguna maniobra en la palanca le sacó quejidos al auto. A pesar de que para mí la tarea del volante ya rebasaba el rojo en su stressómetro, la señora trataba de hacerme la conversa, lo cual hacía que sus acciones sean menos precisas todavía. Quizás en el avión sienta una leve posibilidad de enfrentarme a la muerte, pero en circunstancias como las descritas, en realidad empecé a contemplar el fin de mi rexistencia como una realidad. Una frase antes del final: "¿y a usted le parece que el alcalde de Quit...?" y enseguida un pitido y unas llantas rayando el pavimento. Pero no. Nada pasa casi siempre.

Llegamos a la radio, me acostumbré a la capa de sudor que me unía a mi ropa y entré. Dos horas después salí nuevamente. Entré al auto con la señora y volví a mi hotel. Mientras subía acompañado solamente del agradable ronroneo del ascensor, me acordé por última vez de la señora M. y borré de mi disco interno todas las fantasías que me hice antes de conocerla, necesitaré el espacio para la próxima fantasía con alguien que no conozco... esta clase de fe es adictiva.

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