PÁRRAFO CORTO

Pancho el roto miró desde la camilla las luces del quirófano y por primera vez desde que entraba a esa habitación, su mente divagó en alguna clase de disfrute estético. El anestecista llegó. Nunca antes lo había visto, sin embargo su ánimo le contagió de inmediato mientras le ponía la vía intravenosa cantando "Isla deeeeel encaannnnto". Dato curioso: este doctor llevaba una bata con estampados de diversos animales que blandían jeringuillas, microscopios y estetoscopios. Por fin el doctor I. llegó a la sala, saludamos y empezó enseguida a limpiar el exoesqueleto metálico que sostenía mi pierna. "¿Ya?" preguntó el doctor con pijama. "Listo", dijo el doctor I. "Bueno, Francisco, le vamos a mandar a los brazos de Morfeo" me dijo, mientras un calorcito empezaba a transportarme suavemente. Volví con una ligera sensación de bienestar. Mi pierna, por primera vez en mucho tiempo, se estiró sin problema, completamente apoyada sobre la superficie horizontal. Un hombre fue parqueado a mi lado, ambos saludamos sonriendo. Se lo llevaron casi enseguida, mientras mi pierna empezaba a mostrarme con nuevos pero ligeros dolores, que la historia seguía su curso.

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