Regala su lucidez a quien quiera lucidez. A ella no la dejaba vivir. Hubieron años en que pensó en ella como una virtud que había que pulir.
Pero ver tantas caras a la vez no se cura con paracetamol. No hay mal que se pueda comparar al daño provocado por su lumbrera.
Avisos clasificados a un interesado hicieron llegar. El hombre la fue a buscar y no ocultaba su emoción, quizo pagarle pero ella se negó.
Pasaron años y el hombre se esmeró en pulir la que llegó a ser su mejor virtud. Su conciencia creció y creció y fue tan grande que se lo comió. En el fondo del animal se ahoga amarrado a su canción.
Siento que no soy uno sino mil... siento que no soy uno sino mil... siento que no soy uno sino mil.
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